La
distancia entre tú y yo ha resultado tan corrosiva que hasta mi verbo se
avergüenza de continuar pronunciándote. Me alejo de ti hablándote. Te hablo
como si me escucharas. Converso con el silencio de esta habitación mientras
enfermo en la siguiente ironía: hablar sola no es tan diferente a hablarte. Me
calma susurrar que aún me acuerdo de ti y disculparme por si en el pasado tuve algún
comportamiento equívoco; me calma conversar con la ausencia que me has
producido. Deseo tanto irme de ti que he decidido sentarme a conversarte hasta
que tu nombre me provoque llagas, hasta que el aliento de tu falta mate todo lo
que tengo por decirte, hasta que mi boca se convierta en un bosque tan profundo
que acalle tu existencia.